..."Llegó a la conclusión de que si la salud se deriva de una armonía en el funcionamiento de todos los órganos (incluidos los aspectos psíquicos, condicionados por las emociones), entonces entran dentro del campo de la medicina en un sentido amplio, como auxiliares, todas las ciencias que se pueden relacionar con el bienestar y, por lo tanto la mayoría de las actividades humanas. En sus propias palabras: “No es posible curar a un hombre, volverlo sano, si vive en un ambiente enfermo. De manera que al clásico aforismo mens sana in corpore sano debería ser ampliado diciendo “mens sana in corpore sano et in societas sana”
A pesar de ser ateo, fue tan totalmente consecuente con su ética humanista, que casi podríamos calificar su actitud de cristiana en el sentido más puro y primitivo del término. Su amor por la justicia y al prójimo le llevaron a ejercer la medicina en su verdadero apostolado: nunca cobró a un enfermo pobre; decía que, por el contrario, tenía que recibir más afecto y atención que un enfermo rico, ya que este último disponía de más medios para defenderse de la enfermedad. Se sumergió en la vida política de su país y de su tiempo y se puso. como he relatado, al servicio de la Generalitat de Catalunya y de la República Española durante el período comprendido entre 1936 y 1939, porque creía que en estas instituciones había la posibilidad de un futuro justo y feliz, y temía el oscurantismo que sobrevino cuando fueron derrotadas. Ya en el exilio, durante los años que pasó de país en país y de cargo en cargo, siempre pendiente de retornar a su estimada España, tuvo que afrontar muchos inconvenientes con tal de no ceder nada en su posición ni en sus ideas, y siguió siempre ayudando, dentro de sus posibilidades, a la causa de la República y a los exiliados en desgracia.
Desde que yo era bien pequeña, y a pesar de sus numerosas ocupaciones, salíamos a pasear los dos solos. Atendía a todas mis preguntas y trataba de inculcarme de manera comprensible, teniendo en cuenta mi edad, los principios morales que él consideraba básicos. Fue así como conocí los nombres de Sócrates, Aristóteles, Espinoza o Kant antes de comenzar la instrucción secundaria. Recuerdo algunas enseñanzas de aquellos paseos:
“La mejor regla general de conducta es la de los clásicos: nada en exceso”;
"Todos recibimos bienes de la sociedad, que son el producto del sacrificio de muchos hombres a través de la historia, y hemos de corresponderlos tratando de aportar a la sociedad lo mejor de nosotros mismos, lo que seamos capaces de ofrecer, cada uno según sus posibilidades";
"Cuando tengas dudas sobre como debes actuar, pregúntate qué pasaría si todo el mundo hiciera lo que piensas, es decir, eleva a categoría universal tu posible conducta particular, y tendrás la respuesta sobre si es correcta o incorrecta".
Pero en nuestras conversaciones no solamente se mencionaban filósofos; de San Francisco de Asís acostumbraba a citar la frase "Es mejor querer que ser querido, perdonar que ser perdonado".
Respetaba profundamente a sus semejantes: detestaba hacer esperar a nadie; si un paciente llegaba a la hora de la visita y él todavía no había terminado de comer, era capaz de suprimir los postres y el café para no hacerlo esperar. Nunca vió a un paciente como un objeto de lucro, sino que simpatizó siempre con él como ser humano y participó sinceramente en sus problemas. Y exactamente por eso todos sus enfermos siempre lo han adorado, y los que hoy aún están vivos siguen haciéndolo."...
Fragmento dede la conferencia en la Universidad Autónoma de Barcelona por Montserrat Mira y López en la Inauguración del curso de Peritaje Grafopsicológico en la Universidad Autónoma de Barcelona el 21 de enero del 2005, dedicado al Dr. Mira y López.
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